Reseña: I Cumbre de Salud Ocupacional en la Música
- Laura Moral-Bofill

- 21 jul
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 29 sept
9 de julio de 2025
La Cumbre de Salud Ocupacional en la Música celebrada el pasado 9 de julio en la Universidad Johns Hopkins, Washington D.C. reunió a un gran conjunto de investigadores en el ámbito de la educación musical y de la salud ocupacional en la música, así como músicos y profesionales de la salud. El Dr. Kris Chesky fue el Director Ejecutivo del evento que contó con la colaboración fundamental de la Dra. Raluca Matei, la Dra. Giulia Ripani y el Dr. Nabeel Zuhdi.
El programa de la cumbre abordó la Salud Ocupacional en las Escuelas de Música, Avances en la Atención Clínica para Músicos, en la Formación Médica en Medicina de las Artes Escénicas, así como Avances en la Disciplina Musical a través de la Colaboración Transdisciplinaria.
Se remarcó la necesidad de prevención, atención especializada y formación desde etapas tempranas en salud ocupacional y bienestar de los músicos. Los músicos están expuestos a riesgos físicos, psicológicos, sociales y culturales y es necesario un nuevo modelo educativo que integre el bienestar como parte esencial del currículo. Empieza a haber una mayor concienciación y algunos casos de acciones concretas dirigidas a la educación en salud ocupacional para los músicos. De hecho, hay instituciones que han comenzado a ofrecer cursos de educación para la salud. Sin embargo, estos tienden a centrarse únicamente en la prevención de lesiones físicas y la gestión del estrés, dejando de lado una visión integral del bienestar. Además, existe una preocupante tendencia a instrumentalizar la salud al servicio del rendimiento artístico y a individualizar la responsabilidad, lo cual puede generar sentimientos de culpa y aislamiento entre los alumnos. Por ello, más que enseñar estrategias aisladas, desde la cumbre se planteó la necesidad de una transformación institucional profunda, basada en investigación crítica y en una cultura de cuidado genuino.
Por lo visto, nos encontramos delante de algunas contradicciones estructurales que afectan a la implementación de una educación para la salud en las instituciones de música. Los roles profesionales dentro de las escuelas de música siguen estando moldeados por tradiciones heredadas y no cuestionadas. Generalmente, los docentes carecen de formación en salud, pero se ven obligados a atender problemas para los que no están preparados. Por su lado, los estudiantes continúan aprendiendo bajo modelos de enseñanza más bien pasivos que priorizan la repetición de cánones musicales por encima de la reflexión crítica sobre su salud y desarrollo artístico. De hecho, esta situación revela la ausencia de una identidad profesional que incluya la salud como un componente central.
Desde la cumbre se destacó que, si queremos transformar la educación musical, sobre todo la educación superior, sería necesario replantear cómo entendemos y abordamos la salud en los entornos formativos. Las recomendaciones presentadas señalaron que el bienestar no debe ser un complemento opcional, sino el núcleo desde el cual se construyen carreras artísticas sostenibles, éticas y humanas. La salud del músico no puede depender únicamente de estrategias individuales de afrontamiento, sino que debe situarse como una responsabilidad compartida entre los estudiantes, los docentes, las administraciones y los profesionales de la salud. Una educación musical saludable no es solo una cuestión de cuidado personal, sino una decisión política, ética y cultural que redefine qué entendemos por éxito, excelencia y profesionalismo en el siglo XXI. Además de formar en la técnica y el conocimiento musical, la educación musical debería promover una reflexión crítica sobre cómo la salud y el bienestar se entrelazan con la práctica artística y el entorno educativo. Este cambio implica redefinir los roles del profesorado, los profesionales y los propios estudiantes, promoviendo un enfoque colaborativo donde todos participen activamente en la creación de un entorno saludable y sostenible. Reconocer la salud ocupacional como un bien común esencial puede contribuir a que la educación musical sea un espacio de cuidado y apoyo, donde la salud y el arte se nutran recíprocamente. Este enfoque no solo mejora el bienestar de los músicos, sino que también enriquece la experiencia artística, y, probablemente, promueve una práctica musical más consciente, ética y sostenible a lo largo del tiempo.
En definitiva, el cambio que se busca va más allá de las iniciativas de bienestar puntuales o de talleres o asignaturas opcionales. No se trata de abordar la salud como algo adicional, o como algo que los estudiantes deben encontrar por sí mismos. Más bien se trata de, además de promover la excelencia en los estudiantes, no olvidar decirles que deben estar bien, que su salud es fundamental, y que forma parte del currículo. En la cumbre se dieron algunas recomendaciones globales para que la salud esté en el centro de la educación musical superior, como incluir la salud en todos los aspectos del currículo musical (no solo en cursos optativos), colaborar con profesionales de distintas disciplinas (psicólogos, médicos, investigadores, educadores), o garantizar el bienestar del profesorado, pues está directamente ligado al bienestar de los estudiantes.
Como parte de la sesión de clausura se compartió oficialmente la Declaración TEMPO (Tertiary Education and Music Professionals’ Occupational Health). Esta Declaración es un llamado global para reconocer y priorizar la salud ocupacional como un valor fundamental en la educación musical superior.





